Entre los síntomas más comunes podemos citar la sed habitual y más extrema de lo normal, que no es posible apagar por mucho agua fresca que el perro beba; la mayor frecuencia en la orina, una progresiva pérdida de peso; un aumento del apetito que no logra controlar el anterior punto; y una degeneración de su vista debida a la aparición de cataratas en las corneas. Esta enfermedad es más habitual en perros de avanzada edad y aparece más en hembras que en machos. Además ciertas razas, como los Doberman, Golden Retriever o Beagle presentan un mayor índice de casos diagnosticados.
Cuando aparece alguno de estos síntomas habrá que acudir al veterinario, que será el encargado, en su caso, de detectar la diabetes. A partir de aquí es posible que se imponga un tratamiento con inyecciones periódicas de insulina, que siempre debe de acompañarse con otros elementos diferentes en su dieta, como proporcionarle alimentos ricos en fibra, alimentos bajos en calorías para evitar que el perro tenga sobrepeso y una periodicidad en su alimentación de dos veces al día.